Cuando nos disponemos a presenciar de algún fenómeno o acto, siempre buscamos algún punto que nos dé buena visibilidad, así en una proyección cada persona tiene una percepción según sea su ubicación. Un satélite es la respuesta a esta problemática de visibilidad, pues al tener otra perspectiva de vista permite generar una mejor imagen y por ende, aprovechar de mejor manera la información recabada.

Un satélite es un sistema describe trayectorias de órbitas a otro sistema más grande, así, Ganímedes es uno de los satélites de Júpiter, como Titán es uno de Saturno. Ambos son los más grandes de sus respectivos planetas, pero respecto al sistema solar, el primero es el más grande. Cabe hacer una primera clasificación de los satélites para diferenciarlos según su origen: Un satélite puede ser natural o artificial, siendo los primeros creados naturalmente y los segundos por los humanos.

Usualmente nos referiremos como satélite a los artificiales, pues son sobre los que tenemos influencia, pero actualmente existen miles de satélites en órbita a la Tierra, todos con la misma finalidad: recabar información. Algunos de estos satélites toman imágenes de nuestro planeta, otros tantos toman imágenes de otros planetas, del Sol y de otros objetos. Éstos ayudan a los científicos a aprender sobre la Tierra, el sistema solar y el universo.

Otros satélites son destinados para la transmisión de señales de TV y celulares en el mundo, pues las señales de TV sólo viajan en líneas rectas por lo que no pueden recorrer grandes distancia. La distancia es otro gran problema, pues también con las señales de celular es complicado comunicarse a lugares muy lejanos y recónditos. Así los satélites resuelven esta problemática pues se manda la información al satélite desde un punto en la Tierra y éste la regresa a otro u otros puntos de la Tierra.

El primero de estos satélites fue el Sputnik 1 lanzado por la Unión Soviética en 1957.

Los satélites son de gran importancia pues al estar en una altitud muy por encima de la atmósfera tienen acceso a una mayor área de visión, es decir, pueden obtener imágenes de mayor área de la Tierra. Resulta obvio que son más fiables las imágenes terrestres que podamos obtener con un satélite que las que podemos tomar desde la Tierra o a bajas alturas por la contaminación, las nubes y corrientes de aire que obstruirían para una buena toma de imágenes.

Si buscamos imágenes de satélites encontraremos diseños de distintos tamaños y formas, pero que todos tienen al menos dos partes en común: una antena y una fuente de poder, la primera para recibir y transmitir la información, y la segunda para alimentar el sistema.

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Pero antes de que la humanidad tuviera esta tecnología se recorrió un gran camino no sólo en términos científicos sino también socio políticos. Un ejemplo de esto podría ser la historia de las telecomunicaciones de México que comienza en 1851 con la primera red de telégrafos extendida de la Ciudad de México a Puebla con un total de 180 kilómetros.

Luego, cuando Porfirio Díaz llegó a gobernar el país, comenzó el desarrollo y por consiguiente la modernización en México, pues a la par del tendido de las vías del ferrocarril se expandió la red telegráfica. En 1902 se introdujo la radiotelegrafía que implicaba la transmisión de datos por medio de ondas electromagnéticas y ya no por cables, siendo en 1910 el gran boom de este avance.

No obstante durante los periodos bélicos es cuando existen mayores avances y propósitos. Así en el periodo de la revolución, las telecomunicaciones jugaron un papel importante en el desarrollo de estrategias y tácticas efectivas. En 1916, el presidente Venustiano Carranza expidió un decreto en el cual se prohibía explotar estaciones radiotelegráficas sin autorización del gobierno federal, y un año después en la constitución incluyó a la radiotelegrafía como una excepción a la prohibición de monopolios. En 1940, la Ley de Vías Generales de Comunicación estableció que toda vía de comunicación era de utilidad pública, por lo que su construcción, establecimiento y operación requerían de concesión o permiso de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.

En 1962, México inició sus investigaciones espaciales por medio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Además, con el fin de contar con servicios de comunicación vía satélite, México se adhiere al sistema satelital INTELSAT.

Esto como consecuencia del crecimiento de la industria de la radiodifusión y con motivo de los Juegos Olímpicos en nuestro país en 1968 se inaugura la estación Tulancingo, la Torre Central de Telecomunicaciones y la Red Federal de Microondas. Así miles de mexicanos pudieron disfrutar de los juegos olímpicos gracias al satélite ATS-3, propiedad de la NASA y rentado por INTELSAT.

En este punto México se encuentró ante la necesidad de contar con satélites propios para evitar la necesidad de rentar los de otros organismos pues significaban grandes gastos y ante la necesidad de autonomía en la información recabada.

Así, los primeros satélites mexicanos fueron los Morelos I y Morelos II puestos en órbita en 1985 con un centro de control y monitoreo en la ciudad de México ubicado en Iztapalapa. A su vez, se crea Telecomm, organismo al que se le otorga la responsabilidad de administrar los servicios satelitales en México.

El primero de estos satélites fue puesto en órbita por el transbordador espacial Discovery como parte de la misión STS 51-G de la NASA. El Morelos II, a su vez, fue colocado en órbita por el transbordador Atlantis en la misión STS 61-B donde destaca como miembro de la tripulación el doctor Rodolfo Neri Vela, el primer mexicano en el espacio.

Según el Instituto Matías Romero, los satélites del Sistema Morelos brindaron servicios de comunicaciones de televisión, telefonía y datos hacia y desde cualquier punto de la República Mexicana. Cada uno tenía una capacidad de manejar el equivalente a 36 canales de televisión, con cerca de 1 300 Mhz de ancho de banda utilizable.

El desarrollo del país trajo consigo el aumento de la población y con ello el aumento de la demanda de usuarios privados mexicanos para aplicaciones de redes corporativas de voz y datos, motivo por el cual el gobierno mexicano adquirió la segunda generación de satélites: los Solidaridad 1 y 2. Este nombre les fue dado como alusión a la integración a las telecomunicaciones a un mayor número de población pues el crecimiento demográfico no sólo se dio en las ciudades principales en que se concentra la clase de mayores recursos económicos, sino también en lugares recónditos donde era muy difícil hacer llegar un servicio.

Es curioso que en ambos sistemas se cuente con un par de satélites y no sólo con uno; esto responde a la necesidad de tener éxito en la actividad espacial, pues es muy factible que se presente alguna problemática teniendo pérdidas económicas muy grandes.

Claro ejemplo es el Solidaridad 1, lanzado en 1993 por medio de un cohete Ariane que antes de cumplir con su vida útil de diseño dejó de operar por fallas eléctricas. Esto trajo consigo un desconcierto en el gobierno mexicano y entorpecimiento en las comunicaciones del país hasta que sus usuarios fueron transferidos al Solidaridad 2.

En 1995 ya no sólo se buscaba lucrar con la actividad espacial, sino también generar conocimiento y permitir el desarrollo del sector académico. Fue así como la UNAM logró lanzar dos satélites UNAMSAT de órbita polar LEO, ambos con fines experimentales.

Años más tarde en 1997 se privatizó este sector dando lugar a la empresa Satélites Mexicanos (SATMEX) con la participación mayoritaria de telefónica Autrey y Loral Space and Communications y una parte minoritaria del gobierno mexicano con el control del sistema satelital mexicano: El sistema Morelos, Solidaridad, centro de control de Iztapalapa, centro de control de Hermosillo y el SATMEX 5 que se encontraba en construcción, pero que se pondría en órbita al año siguiente.

Para el 2006 se colocó en órbita el SATMEX 6, un satélite con más potencia que su antecesor, un mejor ancho de banda y con 60 transpondedores que lograban colocarlo como el satélite con mejor cobertura en el continente Americano.

La necesidad de garantizar la seguridad nacional llevó al gobierno mexicano a comprar tres satélites, a través de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes: MEXSAT 1, 2 y 3, llamados Centenario, Morelos III y Bicentenario, respectivamente. Donde los primeros dos serán destinados para comunicaciones móviles y el tercero a comunicaciones fijas.

Para el 2011, se puso en órbita el QuetzSat 1, un satélite de comunicaciones de alta frecuencia que estará destinado en gran parte para ofrecer servicios de televisión satelital, siendo DISH la principal empresa en brindar estos servicios.

Pero no todo proyecto concluye de manera exitosa, como es el caso del SATEX 1, que sería el primer microsatélite experimental de México, que a pesar de contar con un avance de más del 80 por ciento, no se pudo concluir por falta de fondos, de interés gubernamental y por la desidia de las instituciones participantes.

Para el 2013, el gobierno mexicano establece en una reforma en las telecomunicaciones que la inversión extranjera directa puede ser del cien por ciento en el sector satelital, motivo por el cual SATMEX desapareció y dio lugar a Eutelsat Communications, una empresa francesa que ofertó 831 millones de dólares por el total de las acciones.

Así para el 2014, Eutelsat se convertía en el operador de satélites por excelencia, agregando a su línea de satélites los SATMEX 5, 6 y 8.

Por Héctor Menta

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Fotografía: Spaceflightnow

Fuentes